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Siguiendo los pasos de Ramsés II

El faraón que tocó la eternidad: Ramsés II

Cuando piensas en el antiguo Egipto, probablemente imagines templos enormes, estatuas colosales y relatos transmitidos durante miles de años. El nombre que más resalta es Ramsés II, a quien muchos llaman Ramsés el Grande.

No era solo un rey. Era un constructor, un guerrero, un padre y, en muchos sentidos, un narrador. Escribió su legado en piedra para que nunca lo olvidáramos.


El niño que sería rey

Ramsés nació alrededor del 1303 a.C. y creció en un mundo lleno de poder y expectativas. Su abuelo, Ramsés I, fundó la Dinastía XIX, y su padre, Seti I, le enseñó desde pequeño cómo ser un buen gobernante.

Imagina ser un niño de 10 años al mando de unidades militares, cabalgando por el desierto junto a soldados que ya te veían como su futuro rey. Ramsés tenía solo 25 años cuando se convirtió en faraón, pero Egipto ya era suyo para gobernar.


El rey guerrero

La batalla de Kadesh es una historia que todos conocen.

En el 1274 a.C., Ramsés II se enfrentó al poderoso ejército hitita en una de las batallas de carros más grandes de la historia. Aunque la batalla terminó en empate, Ramsés talló su versión de los hechos en las paredes de templos por todo Egipto, mostrándose como un héroe valiente que luchaba solo contra sus enemigos.

¿Fue solo propaganda? Tal vez. Pero funcionó. Para su pueblo, Ramsés no era solo un rey. Era un protector casi divino, el vivo símbolo del orgullo y la fuerza egipcia.


El gran constructor

Hoy puedes ver a Ramsés por todo Egipto. Era un constructor visionario que dejó su huella desde el Delta hasta Nubia.

Ampliò el Templo de Karnak en Tebas y construyó el impresionante Ramesseum, su templo funerario.

En Abu Simbel, esculpió dos templos increíbles en roca sólida, con estatuas gigantes que aún miran el desierto, como si estuvieran allí para siempre.

Su nombre está grabado en obeliscos, estatuas y muros en Menfis y Luxor. Estas obras llevan más de 3,000 años en pie y siguen causando asombro.

Para Ramsés, construir no era solo levantar monumentos; era una forma de vivir para siempre. Quería que cada piedra contara su historia a las generaciones futuras. Y lo consiguió.


El hombre que llevaba la corona

Ramsés no solo era guerras y templos. Era también un hombre con corazón y con una familia inmensa. Tuvo muchas esposas (más de 200, según la leyenda), pero su "amada esposa" fue la reina Nefertari.

El Templo de Nefertari en Abu Simbel demuestra el amor que se tenían. Es uno de los pocos templos en Egipto construidos para una reina y muestra a Nefertari de pie junto a su esposo como su igual, algo rarísimo en esa época.

También fue padre de más de 90 hijos, marcando el futuro de Egipto no solo con sus conquistas, sino con su descendencia.


Ramsés el hombre, Ramsés el dios

Ramsés gobernó Egipto durante más de 66 años, más que casi cualquier otro faraón. Vivió más que sus enemigos, sus amigos e incluso muchos de sus propios hijos.

Para su pueblo era un dios, pero la historia muestra que también era un hombre: ambicioso, complejo y muy humano. Cuando murió, a los 90 años, toda la nación lloró su partida. Su momia, descubierta miles de años después, muestra un hombre de mandíbula fuerte y rostro orgulloso, como alguien que sabía que había cambiado el mundo.


Un legado que nunca muere

Puedes encontrar a Ramsés II en libros, museos y templos que aún se levantan imponentes bajo el cielo egipcio.

Cuando caminas por Abu Simbel y ves esas estatuas de 20 metros, es imposible no sentir su presencia. Más de 3,000 años después de su muerte, seguimos pronunciando su nombre.


Por qué seguimos hablando de Ramsés II

Ramsés no fue solo un faraón; fue un visionario. Sabía el poder de las historias y los símbolos, y entendía la importancia de dejar algo que perdurara más allá de su tiempo.

Cuando visitas Egipto y contemplas sus templos, no ves solo piedras y estatuas. Ves a un hombre que no permitió que lo olvidaran, un rey que construyó su sueño de vivir para siempre y, de alguna manera, lo logró.


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